(Bloomberg) Durante años, Chile ha tenido un curioso doble estándar cuando se trata de los organismos modificados genéticamente (OMG). El país es una potencia mundial en cuanto a la producción de semillas transgénicas, pero están estrictamente prohibidas para los agricultores nacionales.
Si descubren que tiró una semilla en la tierra que tenga como destino el mercado local, podría ser multado.
Ahora las confusas políticas podrían enfrentar nuevas presiones debido a la peor sequía en la historia de Chile. El fenómeno ha afectado el crecimiento de la vegetación, arruinado las cosechas y desatado catastróficos incendios, con llamas que comenzaron la semana pasada y que han destruido más de 160,000 kilómetros cuadrados de bosques y pastizales al sur de Santiago, entre ellas la región vinícola del Maule.
Las plantas que fueron modificadas para resistir la sequía no son, por supuesto, una panacea. Sin embargo, el sector agrícola, que exporta alrededor de US$ 9,000 millones en productos al año, “podría enfrentar una catástrofe si no hacemos algo”, dijo Ramón Ruiz, profesor de la Universidad de Talca e investigador de semillas transgénicas.
La sequía, que ya entra en su séptimo año, no da señales de ceder. “Todo indica que Chile seguirá por una senda de precipitaciones cada vez más bajas y temperaturas más altas”, dijo el meteorólogo de la Universidad de Chile René Garreaud. “Lo único que tiene sentido es trabajar para adaptar las semillas que sembramos”.
Esa es ciertamente la opinión que tiene Monsanto Co., el mayor productor de semillas modificadas. La empresa pertenece a ChileBio, un grupo financiado por el sector que realiza campañas para convencer a los chilenos que los cultivos y los alimentos modificados son seguros, e incluso ventajosos.
Puede ser una tarea inquietante en un país donde los OMG son vistos con sospecha y los activistas que se oponen a ellos son poderosos grupos de presión.
“Ha habido gente que ha dicho que me pegará”, manifestó Miguel Ángel Sánchez, director ejecutivo de ChileBio.
Señales confusas
Hace décadas que en el mundo se debate sobre los llamados “frankenalimentos”. Los OMG han sido particularmente impopulares en gran parte de Europa, incluida Alemania, donde Bayer AG ha tenido que hacer frente a la violenta reacción de la gente en contra de su planeada adquisición de Monsanto.
Si bien la Unión Europea aprobó los productos modificados genéticamente para la venta, los estados miembros pueden prohibir su cultivo.
Sin embargo, las tiendas de abarrotes en la mayoría de los países están repletas de productos que contienen OMG, y Chile no es una excepción; no existe una ley que prohíba su consumo, solo se prohíbe que los agricultores los cultiven para el consumo local.
Desde hace tiempo el gobierno ha dado señales confusas. El ente que supervisa al sector agrícola decidió en el 2001 permitir el cultivo de semillas transgénicas si su destino era la exportación.
A fines del 2015, había más de 9,000 hectáreas (cerca de 22,200 acres) de plantas productoras de semillas modificadas genéticamente en Chile, fabricando productos para algunas compañías como Bayer AG y Dow Chemical Co. El país es el quinto mayor productor de semillas transgénicas en el mundo y el mayor exportador del hemisferio sur.