El primer representado del ahora poderoso Jorge Mendes fue el arquero portugués Nuno. Ambos se conocieron en un bar. Era el año 1996, y el agente de futbolistas no era la estrella detrás de los fichajes más increíbles que remecen el mercado europeo.
En los noventa, Mendes no conocía a Cristiano Ronaldo, tampoco a Radamel Falcao ni a los más de 80 jugadores que hoy representa y que, en conjunto, valen más de US$ 1,000 millones. Era otra época. Todo era difícil. El agente portugués no había logrado ser futbolista, su negocio de videos no funcionó como esperaba y ser administrador de discotecas no lo hacía enteramente feliz.
Esta semana, seguro olvidó todas esas dificultades cuando ingresó al estadio del Real Madrid junto a James Rodríguez, la estrella de Colombia, a la que representa. Hace dos años, Mendes no hacía negocios con el club español. La relación se hizo aún más complicada con la salida de José Mourinho, a quien también representa.
Pero James era una tentación para el Madrid, que pagó más de US$ 100 millones por su fichaje.
Ya antes había vendido a Ronaldo, el fichaje más caro de la historia; a Pepe, a Ángel Di María, con el que ahora negocia para llevarlo al PSG de Francia.
Su vida cambió
Hoy Mendes es el empresario de jugadores más rico del planeta. Se codea con presidentes de clubes, es una pieza clave para las negociaciones de futbolistas y clubes.
Su negocio empezó con el mejor momento del fútbol portugués, por lo que pudo vender a varios deportistas a equipos de la élite europea. Allí comenzó a forjar una industria que expandió, sobre todo, a la liga de Inglaterra.
Su visión lo ayudó a encontrar estrellas jóvenes, con las que se haría rico más tarde. El caso de Ronaldo es el más emblemático.