(París) Por estos días de octubre, París debería estar soportando intensas lluvias y una temperatura que no debería ser mayor a los diez grados centígrados, al menos en las primeras horas de la mañana. Sin embargo, el sol ha brillado en algunas de estas tardes en la capital de Francia. Los transeúntes, locales y extranjeros, llevan paraguas, pero casi como un accesorio para elevar la elegancia. La temperatura es casi siempre de 20 grados en promedio. “Es raro tanto calor en este mes”, afirma una chilena que lleva 35 años viviendo en la capital francesa. Ella forma una visera sobre sus cejas con su mano derecha para podernos distinguir, y utiliza su abrigo, negro e impermeable, a modo de sombrilla.
Los científicos franceses comprometidos con el estudio del cambio climático están francamente preocupados, aunque cuidan mucho su lenguaje para no lucir sobresaltados. “Todos tenemos que trabajar para reducir en dos grados la temperatura global”, suelen repetir, porque saben que si no es así será extremadamente difícil contener las transformaciones que causará el calentamiento global.
Gestión está en París integrando una delegación de periodistas peruanos invitados por el gobierno francés para escuchar las opiniones de académicos, líderes gubernamentales y empresarios sobre las discusiones del tema en foros mundiales, como la COP 20 (Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que se celebrará entre el 1 y el 12 de diciembre en Lima, lo que está haciendo Francia para organizar la COP21 y los esfuerzos que despliega para disminuir el tamaño de su huella contaminante.
“La conferencia de Lima es muy importante porque nos permitirá crear el marco para el compromiso final que queremos tomar en París, en el 2015”, dice Laurence Tubiana, embajadora encargada del gobierno francés de las negociaciones climáticas y representante especial de la Conferencia París Clima 2015.
Como explica la ONU, el mundo está frente a un proceso de negociación que se inició en Varsovia en el 2013, pasará este año por Lima y deberá concluir el próximo en París con un acuerdo climático global vinculante, que garantice el desarrollo sostenible de la humanidad.
Misiones de 194 países llegarán a Lima para cumplir una tarea central: redactar un borrador de las grandes líneas que se aprobarían en la COP21 de París para los próximos 30 años.
El propósito se debería cumplir si se tiene en cuenta que el calentamiento global existe, que no es una teoría. Naciones Unidas ha revelado en su informe sobre cambio climático que emite cada siete años, que las emisiones globales de gases de efecto invernadero han crecido más rápido entre los años 2000 y 2010 que en cualquiera de las tres décadas anteriores.
Sin embargo, se prevé que las negociaciones en Lima serán durísimas, más aún si existen países como Estados Unidos y Canadá que quieren estar fuera de la discusión, y que otros que estando dentro, como China, India y Rusia, hacen muy poco para disminuir su huella contaminante.
Tubiana advierte que la única posibilidad de enfrentar el problema del calentamiento global y cumplir con la meta de reducir en dos grados la temperatura del mundo, es emitiendo menos gases de efecto invernadero.
Jean Jouzel, también francés y premio Nobel de la Paz 2007, fue mucho más enfático cuando le tocó reunirse con los periodistas peruanos: “Se espera que al 2050 las emisiones de gases con efecto invernadero disminuyan entre un 40% y 50%, pero si nada está hecho al 2020 para cumplir esa meta, la temperatura promedio global aumentará en tres grados centígrados”.
Las consecuencias serían intensas olas de calor, inundaciones, sequías, tormentas y la subida del nivel del mar.
Hasta ahora, sin embargo, pareciera que la humanidad está transitando la ruta que conduce al fracaso. Naciones Unidas advierte en tres informes científicos, divulgados en agosto último por Reuters, que las promesas nacionales actuales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero son insuficientes para limitar el calentamiento a dos grados centígrados por encima de los tiempos preindustriales.
Lo que está claro, tanto en Francia como en las Naciones Unidas, que será más viable cumplir la tarea de reducir la emisión de CO2 si cada país pone en marcha un modelo de desarrollo económico e industrial que sea sostenible, que adopten tecnologías limpias que les permitan un desarrollo desligado del aumento de emisiones. Como dice el Banco Mundial, “se necesita una verdadera revolución en el sector de la energía”.
De no aprobarse y poner en marcha las medidas en contra de este fenómeno, expertos reunidos por la ONU han precisado que el costo para la economía global se podría elevar a mediano plazo al equivalente de un 3% del PBI mundial.
Jouzel mencionó en la reunión con los periodistas peruanos, aportando mayor dramatismo al problema, que si no se interviene con efectividad, cada 30 años se perderá el equivalente a un año completo de producción.
Francia ha comenzado a adoptar grandes y pequeñas soluciones, como la transformación de sus sistemas de transporte, basado en tranvías eléctricos en sustitución de buses a gasolina, como es el caso de la ciudad de Burdeos; y la construcción de extensas redes de ciclovías en París.
También la inauguración de un sistema privado de alquiler de pequeños automóviles y bicicletas eléctricos; la eficiente conservación de ocho millones de hectáreas de bosques en todo el país, entre otras acciones. No obstante estos esfuerzos, en determinadas épocas del año el aire de París se hace irrespirable.
Es claro que para hacer frente al inmenso desafío del cambio climático se necesitan ingentes cantidades de imaginación, creatividad, sacrificio y, sobre todo, cooperación, pues ninguna nación lo logrará por sí sola. “Países del mundo, uníos”, es el mensaje de un grafiti en una pared parisina, apropiado para poner en marcha la revolución que ha de salvar a la humanidad.