Ganar el Mundial de Fútbol de la FIFA es quizá la última esperanza para dejar cierto sabor dulce a muchos brasileños, tras las amarguras de los US$11,000 millones gastados en la fiesta y las obras prometidas e incumplidas.
La muerte de un obrero electrocutado el jueves en Cuiabá, trabajando a contrarreloj en uno de los estadios que debían estar prontos en diciembre y siguen sin finalizar, mostró que los problemas de la Copa se acumulan en la recta final, según BBC Mundo.
Fue el octavo obrero muerto en uno de los 12 estadios mundialistas, lo que llevó a las autoridades a suspender temporalmente trabajos eléctricos en el estadio Arena Pantanal para verificar la seguridad laboral.
Con grupos anti-Copa organizando protestas callejeras para el torneo, demandas de sindicatos y señales de tensión en las favelas de Río de Janeiro, algunos creen que una derrota deportiva quizá sea el disgusto que falta para crispar más los ánimos.
“Una tragedia como podría ser la eliminación precoz puede amplificar aún más el cuestionamiento sobre la validez de la inversión hecha (e) intensificar las protestas”, advirtió Marco Antonio Teixeira, un investigador en política brasileña de la Fundación Getúlio Vargas.
Presión
El director técnico de Brasil, Luiz Felipe Scolari, ha dejado entrever su inquietud porque el panorama político y social de Brasil se convierta en un peso extra sobre los hombros de sus futbolistas.
Consultado hace unos días en la TV Globo sobre si las protestas contra la Copa pueden estorbar el desempeño de su equipo, Scolari respondió: “Pueden y mucho”.
Felipão, como lo denominan en Brasil, dijo la semana pasada al presentar su lista de futbolistas convocados que trabajará con ellos en el plano psicológico para manejar la ansiedad.
El promedio de edad del plantel brasileño es 27,7 años, casi dos menos que en el Mundial de 2010. Y la estrella del equipo, Neymar, tiene apenas 22 años, por lo que Scolari aludió a la necesidad de protegerlo.
El técnico también pidió sentido común a los políticos y patrocinadores para evitar el asedio a sus futbolistas.
Brasil está acostumbrado a ganar. La canarinha es el único equipo que ha participado en todos los Mundiales desde 1930 y es el que más copas ha ganado: cinco.
Sin embargo, sus jugadores enfrentan esta vez el reto de ganar en casa para enterrar definitivamente la tragedia de 1950, cuando el país perdió la final ante Uruguay en el estadio Maracaná de Río, precisamente donde en julio se coronará el nuevo campeón.