Por Milton Vela Valencia
Director en CAFÉ TAIPÁ – Reputación y Marketing Online
“Lo que de los hombres se dice, verdadero o falso, ocupa tanto lugar en su destino y, sobre todo, en su vida, como lo que hacen”. Este es un texto que prácticamente abre el primer capítulo de ‘Los Miserables’, y dice una verdad irrefutable que ignoramos sin darnos cuenta cuando decimos que no nos importa tener Twitter o dependemos de nuestros asistentes para saber los impactos online sobre nuestra última conferencia de prensa. Si quiere que se lo diga con un enfoque positivo, está perdiendo información en tiempo real que le permitiría tomar mejores decisiones para la reunión de directorio de esta tarde, por ejemplo.
Si ha decidido no tener Twitter porque no le explicaron bien para qué sirve; si no tiene Facebook o, teniéndolo, no ha reparado en la protección de sus contenidos; y si no tiene ni idea sobre qué saldrá en Google si alguien pone su nombre y apellido en el buscador, está dejando a merced de cualquier persona -o corporación- el uso de su nombre, de su reputación y, también, la de su empresa, porque hasta en su tarjeta personal dice que la representa, ¿cierto?
Voy a darle tres razones de riesgo (que encierran oportunidades) para que, al terminar de leer este artículo, lo primero que haga sea averiguar quién es usted según Internet y, sobre ello, tome acciones para dejar de ser un ejecutivo que se hace pasivo cuando vamos al mundo de los bits.
Suplantación de identidad:
Si busca a Carlos Slim en Twitter, verá que el usuario @CarlosSlim está creado, con foto reciente, y con una presentación sencilla pero con link a su página personal. El hombre más rico del mundo, probablemente, tenga muy poco tiempo para tuitear, pero sí el necesario para saber que tiene que cuidarse.
¿La razón? Si no tuviera ese perfil, hubiera cedido su identidad en esta plataforma a la cuenta falsa @CarlosEslim (la “e” intermedia es la sutil diferencia) que puede engañar a despistados que nunca faltan, inclusive dentro de la prensa. Este criterio aplica para otras plataformas como Facebook y LinkedIn. Aunque no tenga tiempo de actualizar sus redes, por lo menos, tiene que proteger su nombre registrándose en ellas.
Control cero en momentos de crisis:
Si su reputación o la de su empresa atraviesan un momento crítico, lo más probable es que se hable del hecho en todos los medios. Si el problema es mayúsculo, usted podría ser la noticia del día, con lo cual, al poner su nombre y apellido en Google, lo primero que se sabrá de usted es lo que los periodistas dicen, sea verdad o no, a menos que tenga activos online propios y actualizados (un blog o cuentas de LinkedIn o Twitter, por ejemplo) donde pueda hacer sentir su voz. Si no tiene ningún medio propio para comunicar su versión, dependerá de terceros para que su verdad se encuentre en Google y, sobre los terceros, no tiene control.
Tener activos como una página personal, un blog o su cuenta de LinkedIn actualizada le permitirá tener fuentes propias de comunicación con las que cualquiera podrá contrastar alguna información negativa sobre su marca personal. Por ejemplo, si busca a Juan Abellán, el ejecutivo máximo de Telefónica en México, es casi seguro que por su intensa acción en Twitter -es un referente mundial entre los CEOs-, su versión sobre un hecho específico será de lo primero que se entere al encontrarlo en Google.
Reputación expuesta de tu empresa:
Mientras más alto sea el puesto que ocupa en su compañía, más relevancia mediática tiene. Sus acciones se proyectarán en la imagen de la corporación, las positivas y las negativas, así como también las falsas que puedan figurar en Internet y que no haya detectado a tiempo. Por ello, es necesario que aplique el egosearch al menos una vez a la semana.
Búsquese en Google y entérese qué se dice de usted en la primera hoja de contenidos. Si tuviera sus propios sitios online, probablemente, tendría ya un resultado a su favor y su empresa, un espacio menos de riesgo. Esto también téngalo en cuenta con sus ejecutivos, porque la marca de la compañía viaja con ellos siempre.
Si no ha tomado esto en cuenta, aunque la página corporativa de su empresa sea sensacional, en Internet sigue estando expuesta porque el descuido de la marca personal online de cada alto ejecutivo es una bomba de tiempo para la reputación de la compañía. Lo dicho puede incluir a los directivos que ya dejaron el puesto. Busque a John Browne en Google, el CEO del escándalo de British Petroleum en el 2010, y verá que hasta ahora hay noticias negativas suyas asociadas a BP porque no tiene activos propios que se posicionen primero en Google.
Entonces, si tiene Twitter y lo revisa, por lo menos, una vez al día; si tiene Facebook y sus publicaciones solo son vistas por quienes usted quiere; si ha escrito alguna vez en su blog personal, aunque no pueda mantener la buena costumbre con frecuencia; si se ha buscado en Google, una vez por lo menos en el último mes; tal vez estas líneas de advertencia -pero también de oportunidad- le han sido familiares.
Si, en cambio, se ha quedado con la sensación de que hay tarea por delante, piense que cuando gestione su marca online con seguridad demostrará mayor liderazgo y, sobre todo, será más transparente, valores muy ligados a la reputación. Entonces, ¿se anima usted a empezar desde hoy?