El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)
Hay situaciones que se presentan de forma súbita e imprevista, como podría ser un terremoto; otros de ellos son previsibles y se pueden ver llegar, como una tormenta que se acerca a la costa. En cualquier caso, la habilidad que tengamos para poder manejarlos con éxito y ajustar nuestra vida a las nuevas circunstancias depende de la forma como nos hayamos preparado para ellos.
Desde luego, no hablaremos aquí de desastres naturales, sino de cambios importantes que se presentan en nuestra vida cotidiana, algunos de los cuales producen grandes alegrías, como por ejemplo la llegada de un hijo o la ilusión de un nuevo y mejor empleo.
Incluso esos cambios positivos podrían llegar en circunstancias difíciles y complicadas, tanto que podrían presentarse como desastrosos.
Recuerde que la definición de desastre tiene que ver con la forma como nos hemos preparado: para algunos de nosotros el estar atrapados en medio de una tormenta y no poder salir podría resultar desastroso, si es que nunca nos tomamos la molestia de guardar provisiones para ello. Para quienes almacenaron comida y agua para emergencias, la tormenta podría significar una buena noticia: un descanso de sus actividades cotidianas.
En cualquier caso todos los cambios importantes llevan consigo, de una manera u otra, un impacto en nuestras finanzas personales. Por ejemplo, el matrimonio o el divorcio, el nacimiento de un nuevo hijo, el retiro, la muerte, entre muchos otros.
¿Cómo estar preparados para los cambios de la vida?
Algunos consejos que podemos tomar en cuenta son:
– Permanecer siempre en buena condición financiera. Desde luego, mientras más sanas se encuentren nuestras finanzas personales estaremos mejor preparados para afrontar cualquier cambio. Por ejemplo, para una pareja que está al borde de la bancarrota el nacimiento de un hijo puede resultar fatal, pero si ubicamos el mismo caso en una pareja libre de deudas, la transición podrá ser mucho más fácil.
– Los cambios requieren de cambios. Aunque nuestras finanzas personales estén en orden, cualquier cambio importante implica una revisión exhaustiva, no sólo de nuestra situación sino de nuestras propias metas. Los cambios importantes pueden afectar nuestro patrón de gastos o la forma como generamos nuestro ingreso, incluso nuestra capacidad para asumir riesgos.
– Permitir que los cambios se presenten, nunca retrasarlos. Una característica que nos hace humanos es que muchas veces llegamos a subestimar lo que nos puede llegar a pasar. Sin embargo, tratándose del largo plazo la negligencia puede ser fatal. Un hecho probado es que muy pocos jóvenes comienzan a ahorrar para su retiro desde que comienzan a trabajar, la mayoría lo retrasa. Suelen verlo como algo muy lejano. No obstante, aunque lo eviten, la realidad los alcanza y, cuando menos lo esperan, penosamente se dan cuenta de que no están lo suficientemente preparados para afrontarlo.
– Manejar adecuadamente nuestras emociones. Los seres humanos somos seres emocionales y tendemos a tomar decisiones por impulso sin el suficiente análisis. Esto es lo peor que podemos hacer, tratándose de nuestro dinero. Uno siempre debe tomarse el tiempo para informarse, analizar la situación con calma y desprenderse de sus sentimientos. Esto desde luego no es fácil, pero una de las formas más fáciles de lograrlo es por medio de la propia educación.
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