Recientemente he hablado mucho acerca de la importancia de enfocarnse en los objetivos, en lo que sí podemos controlar. Aunque suene a disco rayado, lo seguiré haciendo, porque cada día hay una mala noticia en términos económicos para México.
Esta información provoca mucha incertidumbre entre todos (me incluyo), lo cual, a su vez, hace que la gente me siga preguntando si conviene invertir en este entorno, qué va a pasar con su crédito hipotecario actual o si les conviene sacar uno, entre muchas otras cosas de coyuntura. Algún miembro de mi familia me ha cuestionado, con miedo, si no convendría sacar dinero de México en estas circunstancias (cuando el gobierno habla precisamente de lo contrario: de fomentar una repatriación de capitales).
La experiencia, la vida, me ha demostrado que cuando hay incertidumbre lo peor que podemos hacer es tomar decisiones precipitadas o motivadas por el miedo. Dicen que en ocasiones, cuando hay un incendio, más gente muere presa del pánico que por las llamas. Y lo he visto: en cada crack bursátil las personas que se asustan son las que lo pierden todo. En cambio las que permanecen (o mejor aún, cuentan con la capacidad de aprovechar las “gangas” que estas crisis generan) son las que terminan ganando.
Esto nos da dos lecciones importantes, la primera, como ya mencioné, es no perder la calma. La segunda es no hacer lo que “todos” están haciendo (que en nuestra metáfora es correr despavoridamente sin sentido).
Es perfectamente normal sentirnos así: sin saber lo que va a pasar, con preocupación sobre el futuro, viendo un panorama “negro” del que no se ve salida. Si pensamos bien, hemos tenido sentimientos así a lo largo de nuestra vida. Cuando falleció el ser más importante en mi vida, mi mejor amigo, mi mentor y mi inspiración, sentí que ya nada tenía sentido. Cuando un proyecto al cual me había dedicado en cuerpo y alma fracasó, sentí que no iba a ser capaz de lograr nunca nada. En ambos casos, de alguna manera, a pesar de que no veía luz al final del túnel, encontré otra vez mi camino.
Pero no hice nada estúpido. Lloré, sufrí pero no fui presa del pánico y la desesperación. No tomé el coche borracho y me fui a estrellar contra un árbol. Viví mi duelo, en calma y con el apoyo de algunas personas importantes en mi vida. Me enfoqué en lo que sí podría controlar y poco a poco el panorama se fue aclarando.
Cuando hablamos de inversiones a largo plazo (por ejemplo, para nuestro retiro), siempre digo que en 30 o 40 años habrá varios ciclos económicos en el mundo. Habrá épocas de vacas gordas y otras de vacas flacas, en distintos lugares. Habrá varias elecciones en México, otras en Estados Unidos y en todos los países democráticos del mundo. Habrá más revoluciones tecnológicas.
Por eso siempre digo que uno debe mantener un portafolio diversificado que atienda cuatro criterios fundamentales:
Nuestro horizonte de inversión (no es lo mismo invertir a 3 años que a 30), nuestra tolerancia al riesgo (volatilidad).
Si uno, como consecuencia de la incertidumbre, descuida la diversificación puede cometer errores importantes como vender en el peor momento, incrementar significativamente su riesgo, entre muchas otras cosas.
Hablando de créditos a largo plazo (hipotecarios), es lo mismo. Durante la vida del crédito seguramente cambiaremos de empleo más de una vez y enfrentaremos ciclos económicos buenos o malos. Lo importante en este caso, antes de asumir un compromiso, es hacerlo con inteligencia. Como siempre digo: no endeudarnos por más de 80% de lo que vale la casa, no tomar un crédito a más de 15 años, hacer pagos anticipados en la medida de lo posible, contar con un fondo para emergencias, que el crédito tenga seguro de desempleo y cuidar encarecidamente el costo (siempre buscar nuestra mejor opción).
Si alguien contrató su crédito hace cuatro años, no podría haberse quizá imaginado el panorama actual. Seguro. Pero tendrá que seguir pagándolo pase lo que pase. Por eso es tan importante tener las finanzas en orden, prever qué cosas malas pueden pasar y prepararnos para ello.