Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (Ripe)
La habilidad de comunicarse ante los demás juega un profunda papel en el desarrollo profesional. Hoy por hoy la capacidad de expresarse correctamente y de transmitir un mensaje a una audiencia son valores muy útiles, para todo tipo de profesiones.
Preguntar una duda, tomar la palabra en una reunión de vecinos o hacer un brindis son otras situaciones cotidianas donde aplicarlos. Ser capaz de inspirar, motivar y convencer es el siguiente paso, y todo un don.
Muchas veces sucede que tú quieres dar una idea a tu jefe dentro de una capacitación de trabajo, y cuando ves que ya se te va a dar la oportunidad de expresarla, el miedo te invade y declinas en tu decisión. Eso se llama glosofobia, o fobia a hablar en público.
Personalidades como Steve Jobs, fundador de Apple; Richard Branson, presidente de Virgin; o Elon Musk, creador de PayPal, del fabricante de coches Tesla y de la empresa de viajes espaciales SpaceX, forman parte del selecto club de brillantes comunicadores. Son la versión moderna de los Cicerón, Pericles y Demóstenes de la Antigua Grecia.
No es el qué, es el cómo
El mensaje es importante pero, sobre todo, lo que marca la diferencia es cómo lo dices. “Hay una verdad irrefutable por la que las personas compramos las ideas primero con el corazón, y después buscamos argumentos racionales en los que apoyarnos”, señala Pérez Castillo.
La seguridad en uno mismo y el entusiasmo que se sea capaz de transmitir son básicos para lograr influir en los demás. La inseguridad, en muchos casos, proviene de sentir un auténtico terror hacia la audiencia. “Algunas personas aumentan su ansiedad al hablar porque perciben al auditorio como el enemigo. Sin embargo, el público puede considerarse como personas que están interesadas en un tema determinado, que necesitan del orador, de su experiencia, de su saber para aprender algo concreto”, propone Jacobo Cano Escoriaza, profesor de la Universidad de Zaragoza
La planificación
La improvisación pocas veces resulta. La naturalidad, de hecho, se consigue a base de preparación. Planificar concienzudamente una intervención y conocer bien el tema del que se va a hablar ayuda asimismo a ganar confianza en uno mismo.
“¿Qué le va a interesar a tu auditorio? ¿Qué objetivo buscas? ¿Qué esperas del público? Son las tres primeras preguntas que te has de realizar. A partir de las respuestas piensa qué métodos puedes emplear para captar su atención y, al mismo tiempo, mostrar seguridad y aplomo”, recomienda Pérez Castillo.
La producción
En la preparación propiamente dicha del mensaje debe, de nuevo, primar la sencillez y la asociación de conceptos. “Evita los power point llenos de datos, porque el público estará más atento a eso que a lo que dices. Se produce entonces un conflicto visual, que yo llamo el efecto chuleta”, dice Pérez Castillo.
Modular la voz, los gestos o dónde pones las manos es importante, pero también lo es jugar con cambios de registro para mantener la atención de la gente y, por último, hacer una llamada a la acción”, continúa este experto.
Practicar, practicar, practicar En el libro Controle su destino Anthony Robbins, uno de los mayores expertos en Programación Neurolingüística (PNL) del mundo, además de un gran orador, confiesa: “Yo me convertí en un excelente orador público porque, en lugar de una vez a la semana, me comprometí a hablar en público tres veces al día. Mientras que otras personas de mi organización se impusieron hablar cuarenta y ocho veces al año, yo hacía eso mismo en apenas dos semanas. Así pues, al cabo de un mes ya había adquirido dos años de experiencia. Y un año más tarde, ya tenía diez”.
El buen orador, ¿nace o se hace?
Hay gente con una habilidad innata para inspirar, motivar y convencer. En definitiva, un don para la Presentología, que va mucho más allá de la entonación de la voz y la velocidad de la conversación.
El fundador de Apple,” Steve Jobs”:http://gestion.pe/tendencias/que-mark-zuckerberg-siempre-viste-polos-grises-2113314, era uno de ellos. Sus presentaciones eran sencillas y dinámicas, y contaban una historia. Otros grandes oradores del momento son Barack Obama, que sabe hacer un buen uso de la mirada para conectar con la audiencia, y el magnate Donald Trump, que suele emplear un lenguaje directo, tiene una visión clara del mensaje y logra convencer así al auditorio.