Tomado de Expansión
Red Iberoamericana de Periódicos Económicos
Conoce a continuación algunas pautas básicas para ganar el aprecio de tu jefe a partir de tu alto rendimiento e iniciativas.
El 50% de la relación con tu jefe depende de ti.
La confianza, uno de los ingredientes básicos, se gana con el trabajo bien hecho y a largo plazo.
Trabaja la parte emocional.
No se trata de que acudas todos los días a su despacho a preguntarle cómo está, basta con que observes cómo se comporta y reacciona ante los problemas que se plantean en la jornada laboral. Deja constancia de que cuenta con tu apoyo. Ten mucha cautela a la hora de traspasar la línea que separa lo personal y lo profesional. Algunos jefes son muy celosos de su vida privada.
Cumple tus objetivos y lúcete.
Ésta es la mejor manera de ganarte no sólo a tu jefe, sino también a tus compañeros: te meterás en el bosillo su respeto y, si consigues un ascenso, todos sabrán que ha sido por méritos propios.
Toma la iniciativa.
No esperes a que te encargue algo. Recuerda que estás ahí para aportar soluciones no para plantear problemas. Criticar todo y la queja constante, harán un flaco favor a tu calidad profesional. Te convertirás en uno de los colaboradores más molestos y, a poco que lo intentes, ser el más odiado te costará muy poco. De ahí a que seas repudiado por jefes y colegas hay un paso.
Tu trabajo es hacer mejor a quien manda y, el de tu superior, conseguir que tengas éxito.
En este tándem perfecto tienes definido un papel muy específico. Consúltale sólo lo imprescindible, con un objetivo: dejarle claro que tienes iniciativa, pero que cuentas con él para tomar una decisión llegado el momento. No intentes pasar por encima de su autoridad, debes tener claro cuál es tu sitio y hasta dónde puedes llegar. Aunque la confianza que ha depositado en ti puede tentarte, no te saltes la jerarquía, perderás de un plumazo lo que te ha costado años ganar.
No cumplas las reglas a rajatabla.
Los buenos jefes huyen de los maniáticos de manual. Quieren profesionales que se salgan de las normas, pero sin perder las formas. Es decir, aceptan de buen grado las nuevas propuestas siempre y cuando consideren que es la mejor vía para conseguir los objetivos de negocio. En el caso de que la propuesta sea rechazada, no desesperes. Los buenos líderes tienen la virtud de reconocer el esfuerzo. Si esta vez no ha cuajado, inténtalo de nuevo con otro proyecto. No te obceques con el que no ha sido aceptado, salvo que logres modificarlo de manera convincente.
Nada de lenguaje rebuscado.
Si tienes una buena idea y piensas que puede relanzar el negocio, cuéntasela a tu jefe de forma breve y sencilla. Tómate un tiempo para prepararla y asegúrate de que contiene los ingredientes básicos: en qué consiste, cómo ejecutarla y cuáles son los resultados. Estos tres elementos son clave y explicarlo no te llevará más allá de tres minutos. Si no logras captar la atención en ese tiempo es mejor que pases la página.
Los jefes tóxicos son los que no reconocen los logros de sus colaboradores.
Lidiar con ellos es muy complicado. No intentes llevarles la contraria, te arriesgas a perder el empleo. Estos tipos sólo quieren aduladores a su alrededor. El jefe tóxico buscará utilizarte mientras le convenga y no tendrá ningún reparo en prescindir de tus servicios. Lo más recomendable en estos casos es que prepares tu huida hacia otro jefe u otra empresa.
Nada de chismes.
No utilices la rumorología, sea del tipo que sea, para ganarte la confianza de un buen jefe. Estos profesionales pueden despertar la envidia de los empleados más tóxicos. Céntrate en tu trabajo, convertirte en un chismoso no es la mejor ruta si quieres hacer carrera.
Confianza y seguridad son las virtudes que mas apreciará tu jefe.
Recuerda que los líderes necesitan apoyarse en personas seguras de sí mismas que actúen con firmeza y contribuyan a paliar la incertidumbre.